Abandoné el lenguaje en las orillas
y bajo el agua las amadas piedras
me vieron nadar con mísera brazada
hacia el silencio.
Y en aquella pureza
deseé que la memoria no tuviese labios
ni el invierno sus frutas perseguidas.
(Cauce, 1994)
sábado, 10 de enero de 2009
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