sábado, 10 de enero de 2009

Antonio Colinas: La hora del agua

Sabed que ésta es la hora del agua.
¿Merecemos mirarla? ¿Merecemos sus dones?
Acaso sólo sea la hora de escuchar su murmullo
y dejar que los dedos discurran extraviados
por su corriente fría.

Llegamos a la fuente y a su estanque
para calmar la sed de no saber,
para callar de una vez por todas
y sentir bien cosidos los dos labios
por las hebras de luz de la mañana.

Luego, el rostro ha caído sobre el agua
para abismarse en esa hondura umbrosa
que todo nos lo oculta en su silencio.
Mas a sentir el agua sobre el rostro
se rompe el espejismo,
sentimos que la carne se estrella contra el sueño,
que el rostro ha quebrantado el espejismo
de creer que el secreto
a punto estaba de ser desvelado.

Narcisos derrotados,
nos retiramos hacia atrás vencidos
por ese abismo espeso
de la luz en el agua.
No la toquemos, aunque sea su hora,
contemplemos callados su silencio.
Callar y contemplar el agua quieta,
sentir que sólo somos en la paz
del alto mediodía
una fuente de sangre junto al jardín del río.

(Cauce, 1994)

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